lunes, 11 de marzo de 2013

El florero real

Hace unos días, el 8 de marzo, se celebraba el Día de la Mujer Trabajadora. Quizás ese día escucharas a alguna gente decir que esta celebración ya no tiene sentido: las mujeres ya pueden votar, ir al ejército, acceder al mundo laboral de igual manera que los hombres, tienen los mismo derechos y obligaciones... ¿verdad?
Pues, evidentemente, no.

No hace falta investigar mucho para confirmar que en España sin ir más lejos los sueldos no están equiparados y el número de mujeres que ostentan cargos directivos es muy inferior al de los hombres (acerca que de esto existe una teoría en psicología que plantea la posibilidad del autosabotaje como posible causa; otro día hablaré de ese tema). Pero hoy voy a hablar de un "cargo" muy particular, que ocupa una sola persona en cada país y que refleja muy bien lo lejos o cerca que hemos llegado: el de princesa. No entraré a valorar la existencia y la relevancia de la realeza en sí.

Seguro que la mayoría recuerda la rueda de prensa de los príncipes en que la que se presentó oficialmente a Letizia Ortiz y explicaron los regalos de compromiso que se ofrecieron mutuamente. Dentro del protocolo que rodea cualquier acto de la realeza, fue todo bastante distendido, y en un momento dado, la futura princesa interrumpió a su futuro marido para pedirle a su vez que no la interrumpiera. Todos los presentes parecieron tomarse con humor el gesto de espontaneidad, y parecía una prueba de que aquella era una relación basada en la complicidad y la confianza... Pero pronto llegaron las consecuencias: ¡interrumpir al Príncipe! A la facción más conservadora del país casi le da un infarto.

Y es que la figura de la Reina ya había marcado claramente la pauta a seguir: la consorte del Rey es una figura casi meramente ornamental. Su función es mantenerse unos pasos por detrás, sonreír con discreción, vestirse con elegancia y sobriedad, saludar amablemente y mantenerse en su sitio. En caso de grave catástrofe o tragedia, está bien visto que la Reina derrame una lágrima (en el caso del Rey esto sería un signo de debilidad), pero prácticamente hasta ahí llega su libertad de expresión. Todos recordamos lo que ocurrió la vez que la Reina habló sin cortapisas, ¿verdad?

El carácter machista de la institución de la realeza se revela ya desde el principio, con la ley de la línea sucesoria. Hasta que no cambien las cosas, el rey sólo puede ser el primer niño varón que nazca. En un mundo ideal, en caso de tener más de un hijo, los padres deberían decidir cuál de ellos tiene mejores cualidades para ser rey sin importar el sexo del niño, o quizás, aceptando ya completamente la naturaleza arbitraria de la propia institución, que el primer bebé en nacer fuera designado futuro monarca, ya fuera niño o niña.

Pero si en España la figura de la Reina es la de una mujer casi completamente anulada como persona, es infinatemente más terrible el caso de la realeza nipona, con el claro ejemplo de la Princesa Masako. Al igual que en España, se trataba de una plebeya de amplia formación, en este caso como diplomática. Había viajado por todo el mundo, habla varios idiomas, y a poco que leas un poco su biografía notarás inmediatamente que se trata de alguien de una gran valía profesional. Sin embargo, una vez se casó con el Príncipe, las cosas cambiaron radicalmente. El hermetismo en torno a la casa real japonesa es casi total, pero por lo que se ha ido filtrando y determinados comentarios dolidos del propio Príncipe Naruhito (en 2004 dijo que se había anulado su carrera profesional y su personalidad), se ha sabido que la princesa Masako sufre una profunda depresión causada por la dificultad de adaptación ante la rigidez del protocolo real. El impacto debió de ser mayor en su caso en tanto que se trataba de una persona acostumbrada a viajar, con la amplitud de miras que eso suele otorgar, y que había llevado una vida bastante libre.

Para la Agencia Real, está mal visto que la consorte tome un papel muy activo en la política, está mal visto ese interés por las culturas extranjeras, y estuvo mal vista su dificultad para dar a luz a un sucesor al trono. Como bien saben los que intentan ser padres, no hay nada peor para lograr quedarse embarazada que sentirse presionada o ansiosa. Y cuando por fin dio a luz... se trató de una niña, la princesa Aiko. Durante un tiempo se habló de la posibilidad de cambiar la ley, pero poco después estos planes fueron dejados de lado al nacer un sobrino varón en la Familia Real. Es decir: una vez dejó de ser imprescindible derogar una ley machista para asegurar el futuro del trono. A día de hoy la princesa Masako continúa sin apenas exponerse al público, recluida en la jaula de oro de la Casa Real y "recuperándose".

Como ya dije no voy a centrarme en el debate sobre si hoy en día tienen sentido las monarquías o no. El hecho es que ahí están, y ya que están ahí, quisiera que al menos dieran un paso adelante hacia la verdadera igualdad de la mujer. Este paso, a su vez, también tendría que darlo la prensa del corazón en su forma de cubrir las noticias que les afectan. La próxima vez que leáis las noticias respecto a la familia real, fijáos en el escrutinio sobre la repetición o no repetición del vestuario de la princesa. Sobre si tal traje fue diseñado por tal modisto.

Y después, buscad a ver si encontráis alguna referencia del mismo tipo referida a los miembros varones de la familia.