sábado, 29 de diciembre de 2018

La importancia de sentirte representado




 La entrada de hoy va a ser un poco más personal que de costumbre, pero mi intención es que, partiendo de esa reflexión personal, cualquiera que la lea pueda sacar unas conclusiones más universales. El riesgo de un blog como este (de cualquier medio de comunicación, en realidad) es que termine siendo leído por un grupo de gente "endogámico", de gente con un pensamiento afín. Y en general, y sobre todo en entradas como esta, desearía que también gente con un pensamiento completamente diferente diera un pequeño salto de fe y trataran de ponerse en el lugar de lo que digo. Así que, si eres de los que piensa que introducir diversidad en la ficción, y sobre todo en la infantil, es "inapropiado" o culpa de la "corrección política", o si piensas que los chistes de mariquitas son algo inofensivo que sólo molesta a los "ofendiditos", esta entrada también va dirigida a ti, y te voy a pedir que trates de entenderme antes de ponerme el aspa roja. Vamos allá.

De pequeño, uno puede llegar a sentirse un poco solo. Si tienes suerte, tendrás una familia que te cuidará y te acompañará, y también tendrás un cole al que ir y amiguitos a los que ver. Tu entorno puede tener las mejores intenciones respecto a ti. Pero sin embargo, la infancia es de alguna manera una época de cierta soledad, y es por eso que siempre se dice que es tan vulnerable. Porque los niños tienen un problema básico: su falta de experiencia en todo, y sus insuficientes herramientas para comunicarse. Cuando a un niño le ocurre algo más o menos infrecuente, es muy posible que piense que esto sólo le pasa a él. Puede ser incluso que piense que es culpa suya. A lo mejor piensa que vino mal de fábrica, y pocas cosas hay más dañinas que este tipo de ideas.

A mí desde pequeño me gustaban los cómics. Empecé, como tanta gente, con los tebeos de Zipi y Zape o Mortadelo y Filemón. Aquellas historias eran en general bastante infantiles y evitaban cualquier tema adulto como la sexualidad... pero de vez en cuando resquicios del mundo real se colaban por entre las páginas. Por ejemplo, recuerdo claramente un personaje secundario que aparecía en Mortadelo y Filemón, un tipo musculoso con el que el profesor Bacterio experimentaba. El giro de guión era que pese a ser musculoso era débil, y, sobre todo, tenía muchísima pluma. Al descubrirlo, los dos agentes se carcajeaban de él, haciendo claramente de avatares de los lectores (hablando en plata: tú también te tenías que reir, porque ¡resultaba que el fortachón era mariquita!). Recuerdo que se llamaba "Margarito", por si el chiste no era lo bastante obvio, y Google me informa de que su apellido era "Mariposillo", vamos, que Ibáñez no escatimó en señales. Algunos ya estarán empezando a indignarse al leerme, y dirán "¡es que eran otros tiempos!". Sí, lo eran, pero también eran los tiempos en los que yo tenía ocho, nueve o diez años, y esta una de las mil maneras en que el mundo me empezaba a decir que si yo resultaba ser mariquita, lo que me esperaba era un destino chungo; quizá en el mejor de los casos ser el blanco de las risas, como Margarito.



La otra manera eran los chistes de mariquitas que contaban mis primos o veía por la tele, en los que siempre, siempre, siempre, el mariquita en cuestión hace un papel de ridículo, tonto o ambas cosas a la vez. O quizás esas pelis en las que salía un secundario mariquita ridículo (lamento la repetición el adjetivo, pero es que esa característica era la definitoria) como para que a su lado pudiera destacar la virilidad del héroe. Espero que quien lea esto entienda que estoy usando la palabra "mariquita" porque me estoy poniendo en la piel de las personas que creaban este tipo de chistes e historias, y si algo está claro es que en sus cabezas esos personajes no eran "homosexuales" ni muchísimos menos "gays", sino mariquitas. Como mariquitas eran también los hombres que estaban en el bar La ostra azul, de las pelis de Loca academia de policía, y que a la primera de cambio trataban de bailar con los protagonistas cuando entraban al bar por accidente. El mensaje claro era esa idea aún viva en la mente de determinados hombres heterosexuales de que los gays solo piensan en violar a todo aquel que se les ponga delante, porque obviamente "bailar" era una forma de representar otros verbos acabados en "ar". Mariquita era aquel peluquero de la peli La roca que se ponía a hablar de tratamientos para el cabello mientras los machos de la peli hablaban de cosas serias, y luego le suplicaba en un ascensor a Sean Connery, tan estoico y viril él, que le dejara vivir. En fin, "mariquitas" de los que reírse había unos cuantos.

 Todas estas cosas se me quedaban grabadas porque yo por dentro empezaba a sospechar (a temerme, más bien) mi realidad, y estos personajes patéticos y ridiculizados eran mis únicos "referentes". Si los únicos espejos en los que puedes mirarte son así de chungos, ¿qué esperas que sienta un niño que aún no sabe casi nada de la vida? El mundo, simplemente, no paraba de repetirme que ser homosexual era lo peor que podías ser, una cosa indigna cuyo destino es como mucho servir de payaso, o de vara de medir para que los machotes puedan validar su virilidad.

Con el paso de los años, según iba entrando en la adolescencia, empecé a desear encontrar un tipo de identificación distinta en esas historias que consumía. Con la edad empiezan a entrarte inquietudes sexuales y románticas, y de nuevo las obras de ficción son una de las principales fuentes donde uno trata de encontrar referentes. Quieres leer un libro o un cómic, o ver una película, donde a los personajes les pase lo mismo que a ti. Todos podemos empatizar con una peli romántica con personajes de cualquier tipo, porque en definitiva el amor es el amor, pero las particularidades de ese amor cambian cuando cambian las características de los interesados, como por ejemplo su orientación sexual o su raza. Quizá algunos se molesten leyendo esto, y digan "¡Es pensando de esa manera como creáis un gueto! ¡Las personas somos todas iguales!". Y yo digo, muy bien, lo somos, pero nuestras circunstancias no lo son. ¿Sabe una pareja heterosexual lo que es arriesgar su integridad física cuando se besa o se coge de la mano en un lugar público? ¿En algún país del mundo se ven obligados a coger camas de hotel separadas y fingir que son amigos? ¿Alguna vez ha estado prohibido el matrimonio entre un chico y una chica blancos? ¿Alguna vez, al ver a una chica y un chico blancos besándose en un coche, la policía ha supuesto que ella era prostituta? (Como curiosidad, mientras buscaba información para esta entrada, he encontrado páginas y páginas de noticias en las que a personas negras les ocurrían cosas absurdas porque alguien sospechaba de ellos automáticamente, sin haber hecho nada).

Y es por esta diferencia de circunstancias, y por un puro de deseo de no sentirte como un perro verde (o invisible), que uno deseaba verse alguna vez reflejado en esas obras de ficción. Una y otra vez, al ver a ese personaje que parecía "muy amigo" de otro, me ilusionaba pensando que quizás esta vez iba a ser que sí, que no se iba a quedar todo en una insinuación y efectivamente los dos iban a tener una relación romántica. En este sentido recuerdo muy claramente lo que ocurrió en el cómic de Marvel X-Force durante los 90 con el personaje de Estrella Rota. Su guionista por aquel entonces, Jeph Loeb, comenzó a introducir insinuaciones de que Estrella Rota estaba enamorado de su amigo Ríctor. Todo empezó de manera muy sutil: Estrella Rota acudía al rescate de un chico que estaba recibiendo una paliza a manos de una pandilla, a la salida de un bar. En ningún momento se pronunciaba la palabra "maricón", pero se daban suficientes pistas como para imaginar lo que ocurría, y la escena evidentemente no era gratuita. Durante los siguientes números Loeb continuó dejando indirectas más o menos claras... hasta que el cómic cambió de guionista y toda esta subtrama fue abandonada. (Años después, el guionista Peter David volvió a coger el toro por los cuernos y ¡por fin! permitió que la relación de Estrella y Ríctor tuviese lugar. La lástima es que ya me pilló en la treintena, y aunque me alegró mucho y mi yo adolescente se sintió reivindicado, para entonces no lo necesitaba tanto como cuando tenía 16...).




Y termino ya. Ojalá esta entrada haya hecho reflexionar a alguien, aunque solo sea una persona, y por un momento haya podido ponerse en mi piel y en la de tantas otras personas que han vivido lo mismo. Como nota positiva, el panorama ha cambiado y está cambiando muchísimo, y sin duda los niños de hoy tienen la suerte de contar con un montón de productos audiovisuales donde los personajes LGBT empiezan a ser mucho más visibles, y sobre todo representados de maneras positivas. Como muestra, termino la entrada con este bonito vídeo procedente de la serie Steven Universe (¡gracias a Valle san por hacerme saber de ella!).

martes, 27 de noviembre de 2018

Dumbledore y Grindelwald: un romance en la sombra



Durante los últimos años, J.K. Rowling, la autora de la saga Harry Potter, se ha ido encontrando cada vez con más frecuencia envuelta en controversias sobre el contenido de su obra más famosa. El mundo ha cambiado muchísimo en la última década, y como suele suceder, la nueva lupa con la que observamos las obras del pasado revela detalles y perspectivas nuevos, que no siempre dejan a los clásicos bien parados. En general se la ha acusado de falta de diversidad, por la escasez de alumnos no caucásicos en Hogwarts, que siendo un colegio situado en la Inglaterra de los años 90, parece de sentido común que debiera albergar más variedad de razas (o quizás personajes de otras razas en roles más centrales). Curiosamente esto pudo haber ocurrido con el personaje de Dean Thomas, que en los primeros esbozos de la saga iba a jugar un papel mucho más importante que el que finalmente le tocó, pero la autora descartó la idea. Cuántos quebraderos de cabeza se hubiese ahorrado quizá, de haberlo hecho...

El otro ojo del huracán de las polémicas lo encontramos en el tema de la homosexualidad de Albus Dumbledore y su relación sentimental con Grindelwald, el mago populista de oscuras intenciones que causó numerosas muertes hasta su derrota a manos del propio Albus. La revelación de que Dumbledore era gay fue muy sonada, y provocó un intenso debate en su momento. Por un lado, estaban los que ya habían notado cierto subtexto amoroso en la descripción que Dumbledore hacía de Gellert. Esto, unido al aparente celibato de Albus en la actualidad y a un no-sé-qué que los más perceptivos ya notaron en los libros a través de la voz literaria y la caracterización de Dumbledore. (Porque si hay un aspecto sobre todo en el que J.K. Rowling brilla como escritora, y esto es opinión personal, es en su portentosa capacidad de crear personajes vívidos y dotados de voz propia, más allá de su rica imaginación. Siempre digo que en Harry Potter prácticamente puedes saber quién habla sólo con leer los diálogos, sin necesidad de ningún "Snape dijo"). Para toda esa gente, el anuncio de Rowling no hizo sino confirmar su pálpito.



Otro grupo sin embargo afirmó que este tipo de anuncios era "innecesario", porque esto era una saga infantil y no había necesidad de tratar temas "adultos", como la homosexualidad. Porque, como ya sabemos (me pongo en modo irónico), la homosexualidad es un tema "adulto", y se debe ocultar a los niños, no sea que se hagan ideas raras. Porque también sabemos (sigo en modo irónico) que hablar de homosexualidad equivale a hablar explícitamente de sexo. ¿Verdad?

Pues no, obviamente. En primer lugar en las obras infantiles se está hablando de sexualidad constantemente, y desde siempre. Lo que pasa es que, en concreto, se se está hablando de heterosexualidad. A Blancanieves la despierta el beso de un príncipe: sexualidad. A la Bella durmiente, ídem: sexualidad. La sirenita desea tener piernas para estar con el príncipe: sexualidad. Incluso la aparentemente inocente Caperucita Roja es una clara metáfora de los riesgos que corren las niñas de ser violadas si se salen del camino con su cestita de miel. Los cuentos infantiles rebosan sexualidad heterosexual, y hasta en Peppa Pig la protagonista tiene a su papá y a su mamá, los cuales obviamente tienen una relación amorosa sin que esto suponga problemas para nadie. Ni nadie piense que se está aludiendo al sexo, aunque todos sabemos que Mamá y Papá se han tenido que acostar varias veces, porque si no, ¿de dónde salieron Peppa y su hermano?

De Cenicienta y su príncipe no, desde luego

Sin embargo, cuando se trata de homosexualidad, mucha gente piensa que el mero hecho de explicitar que un personaje es gay es inapropiado para niños, y que al hablar de homosexualidad también se está hablando de sexo. El doble rasero es evidente, y es algo sobre lo que creo que merece la pena reflexionar y pensar a qué se debe. Por no decir que la representación de las orientaciones no heterosexuales en la ficción es algo muy necesario para los niños, que a esas edades pueden llegar a sentirse muy solos cuando creen que lo que les pasa sólo les pasa a ellos... pero de eso hablaré otro día.

Total, que Rowling sacó a Dumbledore del armario, y cual mago que grita alohomora, abrió la caja de Pandora. Surgió también una crítica que tenía más sentido que aquello de que era un tema para adultos: estaba genial eso de saber que un personaje bueno y poderoso como el director de Hogwarts era gay, pero J.K.: ¿no podías haberlo incluido en los libros de una manera directa? ¿Quizás una escena de Albus y Gellert besándose en el pensadero? La lástima es que la saga ya estaba concluida, así que ya no se podía hacer nada. El texto era el que era.

Hete aquí que surge la idea de hacer las precuelas centradas en la figura de Newt Scamander, y su papel en el conflicto del mundo mago que enfrentó a Dumbledore con su ex, Grindelwald. Y aquí, me puedo imaginar cómo los directivos de Warner Bros. y la propia J.K. Rowling se llevaron las manos a la cabeza al darse cuenta de la patata caliente que les caía en las manos: ahora sí podían mostrar de forma textual la naturaleza de la relación entre ambos personajes, y para más inri, dicha relación es un aspecto fundamental de todo el conflicto. Si Dumbledore no hubiese estado enamorado de Grindelwald, sus sentimientos no le hubiesen obstaculizado a la hora de frenar su descenso a la maldad. Así que, ¿qué hacemos? ¿Nos tiramos al agua de lleno? ¿Quizás podemos contentar a los fans que pedían que nos dejáramos de indirectas y a la vez a los fans que creen que esto es un tema "demasiado adulto"? Algo así debieron preguntarse.

"Pues lo tenéis chungo, ¿eh?"
La respuesta la tenemos por fin en esta segunda película de la pentalogía, donde se profundiza bastante más en la figura de Gellert Grindelwald, una especie de político populista de vastísimas habilidades mágicas, que suma adeptos mostrando una cara amable y apelando a los deseos de libertad de muchos de sus congéneres magos, mientras en secreto desprecia a los muggles y oculta su megalomanía. El Gellert que nos muestra la peli ya es un hombre hecho y derecho, y su relación con Albus queda en el pasado. La cuestión es que las fuerzas políticas, ante el temor de que Grindelwald provoque un derramamiento de sangre, solicitan a Dumbledore, el único mago que rivaliza con él en cuanto a poderes, que se enfrente a él. Pero no puede. ¿Por qué?

Y llegamos al meollo. En la primera escena donde se trata este tema, aparece en el espejo de Oesed, que muestra tu más profundo deseo, que el mayor anhelo de Dumbledore es Grindelwald. Jude Law hace una matizada interpretación, y la cara de sentimientos encontrados que pone es muy significativa. Se hace el silencio, y el empleado del gobierno se marcha exasperado. Sí, el mensaje está clarísimo: no puede matarlo porque le quiere. Pero nadie ha dicho ni una palabra.

En la segunda escena relevante, descubrimos que Albus y Gellert, de jóvenes, sellaron un pacto mágico de sangre, y este al parecer les impide enfrentarse. ¿Entonces el motivo de la reticencia de Dumbledore de derrotar a este asesino es de naturaleza mágica y no sentimental?



Mi opinión es que este pacto, y la joya de metal que lo contiene, es una clarísima metáfora del amor que ambos magos sentían el uno por el otro. Y este ha sido el recurso empleado por J.K Rowling para que la película se pueda ver en Rusia y China contente a todos los bandos. Debo reconocer que me parece muy inteligente por su parte. Si tienes dos dedos de frente, entenderás perfectamente que los personajes interpretados por Johnny Depp y Jude Law tuvieron una relación sentimental; y si quieres mantener tu cabeza metida bajo la tierra y seguir pensando que los niños no deben saber que existe la homosexualidad, probablemente te alegres de ver que aquí nadie se besa ni se dice te quiero, y posiblemente a los más pequeños el trasfondo de estas escenas les pase muy por encima de sus cabecitas. Si es que hay algún nene tan pequeño viendo esta peli tan siniestra, dicho sea de paso.

Personalmente pienso que es una lástima. Esta era la oportunidad de oro para que J.K. Rowling se reafirmara en su compromiso y pusiera por fin en el texto de manera explícita sus intenciones. Muchos fans se lo habríamos agradecido muchísimo, y pienso que gran parte de la sociedad ya está preparada para que estos temas se traten abiertamente en el cine infantil. No puedo evitar pensar que gran parte de la culpa la tiene el que la franquicia de los magos se ha convertido en un monstruo empresarial de implicaciones económicas masivas, y ya sabemos que cuando se trata de grandes estudios, grandes franquicias y grandes fajos de dólares, la consigna es jugar seguro y hacer un producto que no moleste a nadie.

Estamos en la segunda peli y quedan tres. ¿Es posible que en las siguientes el guión abandonde por fn las metáforas y el subtexto y entre por fin en el terreno de la explicitud? ¿Que esto sea solo una preparación del terreno? Me temo que voy a ser pesimista, y que el plano de Albus y Gellert juntando sus manos y mezclando dos gotas de sangre es lo más concreto que vamos a ver sobre su relación. Esperaremos a ver qué pasa.

miércoles, 17 de octubre de 2018

OT, la mariconez y el origen de las palabras



Resumen rápido para aquellos que no se hayan enterado de la polémica (¿queda alguien?). La semana pasada, en Operación Triunfo, asignaron la canción Quédate en Madrid, de Mecano, a los concursantes Miki y María. La canción incluía los versos "Siempre los cariñitos / me han parecido una mariconez / Y ahora hablo contigo en diminutivo / con nombres de pastel", y María la concursante dijo que preferería no cantar la palabra "mariconez", aún entendiendo que la letra se escribió en otra época. Se sugirió cantar "estupidez" o "gilipollez". Para qué fue aquello: primero dio su opinión al respecto Joe Pérez Orive, miembro del jurado del concurso, que básicamente dijo que cambiar una letra era una violación a los derechos de los autores (aunque no sería la primera vez que se hace en OT, como bien sabe Becky G). Después habló en Twitter Ana Torrroja, y como vocalista de Mecano su opinión tenía más peso. Explicó que nadie podía acusar a Mecano de homofobia, siendo encima ellos autores de la canción Mujer contra mujer (que si bien siento que a día de hoy la letra tiene partes que han quedado un poco añejas, no dejará nunca de ser una canción muy bella, y fue un agradecido gesto de apoyo a las lesbianas en una época donde las cosas en España estaban mucho más crudas). Añadía que no se podía confundir una expresión coloquial con un insulto homofóbico. A partir de ahí la bola de nieve fue creciendo, Jose María Cano finalmente prohibió cualquier modificación, y entró al trapo gente de todo el espectro ideológico. Ayer sin ir más lejos leía que El Sevilla, cantante de Mojinos Escozíos, le predecía a María un futuro de fracaso y olvido por creída, y me pareció que además de estar siendo un poco cruel, los Mojinos en realidad no son el mejor ejemplo a la hora de predicar el "respeto" a otros artistas. Recuerdo perfectamente una canción donde decían que iban a hacer un sacrificio y escuchar un disco de Enrique Iglesias...

En fin, basta de prólogo: a continuación, lo que yo pienso. Antes de empezar, quiero decir que esto que ha sucedido en OT no es más que la anécdota, un ejemplo concreto que nos va a venir muy bien para hablar sobre un tema más profundo y complejo: el origen y el significado de las palabras, y su carga semántica.

Lo primero es lo primero: no, no pienso que Mecano sean homófobos. La homofobia se demuestra con actos, y que yo sepa Mecano más bien han defendido la libertad en ese sentido. Respecto a la canción, no, tampoco pienso que utilizasen la palabra "mariconez" con intenciones ofensivas. En el contexto de la letra queda claro que la están empleando como sinónimo de "ñoñería", "cursilería", etc. Muchas personas que han participado en este debate supongo que se han sentido atacadas, porque ellas mismas emplean las palabras "maricón", "mariconada" y etc. sin intenciones homofóbicas, sino como simples sinónimos de "bobo" o "tontería" (y dicho sea de paso, me parece significativo y esperanzador que la gente se ofenda porque teman ser percibidos como homófobos: es una muestra de lo lejos que hemos llegando). ¿Dónde está entonces el problema?

Imagen del vídeo "Mujer contra mujer"

Pues en que el lenguaje no sale de la nada, así de forma espontánea e inocente. El lenguaje es creado por una sociedad que tiene unas ideas, unas opiniones y creencias, y las palabras son el recipiente donde se ponen esos conceptos. Cuando decimos de una persona que es "obesa", a un nivel puramente de significado estamos diciendo lo mismo que si decimos que es "una foca". Pero, ¿verdad que no lleva la misma carga una expresión que otra? Y sin embargo no son más que palabras. Pero es que las palabras no están vacías: tienen una carga semántica, un equipaje que las acompaña.

En esta canción, la palabra "mariconez", derivada de "maricón", está haciendo referencia a ser un cursi, un blando: algo femenino, es decir, algo propio de maricones. Porque si de algo está lleno el lenguaje es de expresiones que asocian ser homosexual, y en general ser femenino, con cosas chungas: ser cobarde ("no seas mariquita, sé un hombre"), ser débil ("quita de ahí, nenaza"); las cosas tontas son "mariconadas", y en definitiva ser maricón es lo que nadie quiere, porque marica el último. ¿En serio alguien se cree que todas estas expresiones y más que me estaré dejando son así por casualidad? Evidentemente estas expresiones fueron creadas por una sociedad que era muy homofóbica, una que considera que ser homosexual es básicamente ser un hombre fallido, débil, cursi, tonto... No me extraña nada que a una millennial como María, nacida y criada en una época muy distinta, donde empezó a florecer la idea de que cada persona es distinta y todas las orientaciones sexuales son respetables, le chirríen los oídos, y no desee cantarla.



Por supuesto, el autor de una canción es quien tiene la última palabra, y está en todo su derecho de vetar o permitir lo que desee. Pero lamento que toda esta polémica no le haya hecho reflexionar sobre por qué la sociedad que creó su lengua materna decidió aludir a la homosexualidad cuando se hablaba de cursilería. Lamentablemente, salvo sorpresa de última hora, se verá obligada a hacerlo, así que los defensores de la supuesta inocencia del lenguaje y del no dejar que las cosas cambien han ganado la partida esta vez.

Sentirán que cuando dicen estas y otras palabras, no están tratando de ofender a nadie ni ser homofóbicos. Y será verdad. Pero no tendrán razón cuando afirmen que las palabras no importan, que no han sido creadas con unas intenciones y en un contexto sociocultural, y que no forman un caldo de cultivo. Por eso nadie tiene ningún problema a la hora de salir del armario en ciertos ámbitos, ¿no? Porque desde luego el hecho de que constantemente todo el mundo esté nombrando a las mariconadas y a los maricones (aunque sea de manera metafórica y desligada el significado literal de esas palabras) como lo peor de lo peor te hace sentir muy a gusto y bienvenido en cualquier sitio, ¿verdad? 

En cualquier caso, que haya surgido este debate me parece algo valioso, porque aunque sea fugazmente nos ha hecho reflexionar sobre las palabras que usamos, sus orígenes y el contenido que traen consigo. 
Siempre los cariñitos Me han parecido una mariconez Y ahora hablo contigo en diminutivo Con nombres de pastel

Ver más en: https://www.20minutos.es/noticia/3464827/0/letra-quedate-en-madrid-mecano/#xtor=AD-15&xts=467263
Siempre los cariñitos Me han parecido una mariconez Y ahora hablo contigo en diminutivo Con nombres de pastel

Ver más en: https://www.20minutos.es/noticia/3464827/0/letra-quedate-en-madrid-mecano/#xtor=AD-15&xts=467263

miércoles, 29 de agosto de 2018

La natación sincronizada y la sonrisa como deber femenino



Recientemente, con motivo del festival Veranos de la Villa, que se celebra cada año en Madrid durante estos meses e incluye todo tipo de actividades como conciertos, teatro al aire libre, etc., una de las actividades me llamó la atención: una exhibición de natación sincronizada llamada Dragón, descansa en el lecho marino. Siempre me ha parecido un deporte especialmente bello y llamativo. Porque, ¿no te parece mentira que las “personas normales” tengamos cierta dificultad solo para mantenernos a flote, a base de patalear como posesos, y las nadadoras sincronizadas en cambio hagan todos esos movimientos en el agua sin hacer ningún esfuerzo aparentemente? Es como si fuesen peces o caballitos de mar… 

Sin embargo, la descripción del espectáculo en el programa oficial comentaba algo que me llamó la atención por otro motivo: al parecer este no iba a ser un ejercicio de sincronizada al uso. El párrafo dice: “Normalmente, en la competición de natación sincronizada, el jurado penaliza la falta de sonrisa, un mechón fuera de lugar o apoyarse en el fondo de la piscina”. ¿Lo has leído?

La sonrisa de las nadadoras.


Siempre hay un momento de los Simpson para ilustrar cualquier cosa

Y de repente algo chirrió. ¿Sabes de alguna disciplina deportiva en el que se valore la sonrisa de los deportistas? De los deportistas varones, me refiero. Eso me llevó a investigar un poco más sobre este deporte. Debo decir que no he encontrado documentación que diga explícitamente que las nadadoras deben sonreír durante su actuación, ni que la sonrisa es puntuada de manera específica (¿cuantos más dientes, más décimas?). Pero lo que he podido leer claramente apunta a que las sonrisas de las nadadoras son la guinda del pastel: una manera más de impresionar favorablemente al jurado y de mostrarle belleza, gracilidad, elegancia. Debe parecer que estos ejercicios increíblemente complejos y ensayados hasta la extenuación te resultan fáciles. Y es cierto que esas sonrisas y esas caras perfectas transmiten una sensación de perfecta armonía... Pero esto irremediablemente me hizo pensar en cómo a las mujeres, en general, se les pide ese pequeño o gran plus en casi todas las actividades a las que se dedican: sonreír, estar monas, agradar. No basta con hacer bien la grulla, el pino puente o una tortilla de atún: además deben sonreír. La maestría técnica es imprescindible, pero si quieres una buena valoración además debes empaquetarla con celofán y un lacito rosa. Es un fenómeno conocido que a las mujeres, en general, se les pide más amenudo que sonrían. A las deportistas, a las actrices en entrevistas, a las misses (busca en google “concurso mister” y “concurso miss”, y verás que en el primer caso los hombres sonríen más o menos en la mitad de las fotos; en el segundo sonríen todas). 

Ponerme a leer sobre esta disciplina, además de hacerme valorar aún más a las nadadoras (¿sabes que ni debajo del agua pueden cerrar los ojos y que las gafas de bucear están prohibidas? ¿Qué se pasan una seis horas al día en el agua, practicando?) y descubrir alguna otra curiosidad significativa, como que llevan maquillaje acuático y una especie de gomina hecha de gelatina, y que junto a la gimnasia rítmica (fuente: www.olympic.org), en el ámbito de las Olimpiadas es la única disciplina exclusivamente femenina. No cuesta mucho ver el paralelismo entre ambas: es una actividad donde la técnica va de la mano de la estética. A Cristiano nadie le va a pedir que sonría mientras chuta un penalti.

Todo esto conecta con la forma en que la cultura, en casi todos los ámbitos, a menudo otorga a la mujer un rol estético: de florero, vamos. Puedes nadar como los salmones o hacer unas acrobacias increíbles, pero todo ello se juzgará bajo el filtro de la mano de la belleza estética que logres imprimirle. Ambas disciplinas deportivas en sí mismas parten de una concepción radicalmente distinta a otras; y es que aquí no se trata de encestar balones o clavar flechas en dianas, cosas cuantificables y medibles de maneras completamente objetivas, sino de crear belleza, y es por ello que no es de extrañar que sean a día de hoy exclusivamente femeninos. En deportes similares, como pueden ser el salto de trampolín o la gimnasia deportiva, desde luego se pide también una cierta elegancia, pero en ellos prima la sobriedad y desde luego nadie está observando si Fulanito sonríe mientras ejecuta el triple salto mortal. Debo reconocer que existe también una gran excepción en el patinaje artístico, donde se busca también la belleza y los hombres se ven también sometidos a un juicio estético, y además pueden llevar ropas con brillitos, lentejuelas y colorines, tabú absoluto cuando se trata de las mallas de un gimnasta deportivo, donde priman las líneas rectas y los colores planos. ¿Es el patinaje la excepción que confirma la regla?



Este hecho de situar a la mujer en un rol estético es algo tan omnipresente en la sociedad que al final llega a ser básicamente invisible: lo damos por hecho. Es posible que alguien, leyendo esta entrada, piense que pretendo destruir uno de los pilares de este deporte (la creación de algo bello y armonioso), y que la sincronizada no sería lo mismo sin sonrisas, peinados y caras perfectas. Y seguramente es cierto, no sería igual. Pero merece la pena, al menos, pararse a reflexionar por qué esta disciplina tiene ese componente que no tienen otras; por qué a diferencia de otros deportes se valoran aspectos que no tienen nada que ver con el desempeño físico, y finalmente por qué la natación sincronizada y la gimnasia rítmica son disciplinas exclusivamente femeninas.
En todo caso, las cosas van cambiando: por lo que he visto en las noticias, en los últimos años han empezado a aparecer más niños que desean dedicarse a la gimnasia rítmica (los comentarios a los que se enfrentan por hacer esta actividad “de niña” los ahorro por obvios), y ya en 2009 tuvo lugar la primera edición del Campeonato de España de Gimnasia Rítmica masculina. Así que si todo sigue así supongo que en unos años también tendremos versión masculina en las Olimpiadas. En el caso de la natación sincronizada también al parecer también hay hombres quejándose por su exclusión en los JJJOO, así que de la misma manera todo será cuestión de esperar. Según he leído, en 2015 ya hubo una primera edición de competición mixta en el Campeonatos Mundiales de la FINA (Federación Internacional de Natación), un primer paso importante. Y es que, al igual que feminidad y belleza no tienen por qué ir en el mismo pack, deporte, belleza y masculinidad tampoco tienen por qué ser cosas excluyentes.

Nota: mientras escribía la entrada, leí sobre la reciente muerte de Tina Fuentes, exnadadora y figura clave de la sincronizada española, con solo 34 años. Leo que Tina, además de una deportista brillante, era una chica alegre, independiente y de fuerte personalidad, algo que al parecer chocó con la férrea disciplina de este deporte, al mismo tiempo que la hizo brillar. Sirva esta entrada como un pequeño homenaje más en su recuerdo.

jueves, 5 de julio de 2018

¿Quién debería hacer los papeles de transexual en el cine?



Estos días la actriz Scarlett Johansson provocaba la polémica al anunciarse que había sido elegida para hacer el papel de Dante Gill, un hombre transexual, en la futura película Rub & Tug. Numerosos miembros de la comunidad transexual se han quejado de que este papel se lo quede ella, una mujer cisgénero (a todas estas carente del menor parecido con la persona real, pero no es nada raro en Hollywood). Esta polémica no le pilla exactamente de nuevas, porque ya hace unos años tuvo que enfrentarse a críticas similares cuando interpretó a la Teniente Kusanagi, una cíborg japonesa, en Ghost In The Shell. ¿Qué hacía una mujer caucásica haciendo el papel de una japonesa? En aquella ocasión el asunto de ser básicamente un robot le vino como anillo al dedo, ya que tenía la excusa perfecta para justificar su apariencia... Más incongruente si cabe teniendo en cuenta que la peli estaba ambientada en Japón, y parece de lógica que los creadores de la cíborg harían un cuerpo parecido a lo que abunda en su país es decir, una mujer asiática. (Como efectivamente hacen ya: busca en Google imágenes "robot japonesa"). El caso es que la respuesta de Scarlett Johansson fue bastante desafortunada: que les preguntaran a los representantes de Jeffrey Tambor, Jared Leto y Felicity Huffman (todos ellos actores cis que han interpretado a personajes transexuales).

No hace mucho el actor Paco León se veía en una polémica similar en el mundo hispanohablante, cuando la saltó la noticia de que haría el papel de transexual en la serie para Netflix La casa de las flores. Igual que ha ocurrido esta vez, en esa ocasión las secciones de comentarios de gran parte de los medios, incluso de algunos en teoría dirigido a un sector más progresista, se llenaron de variantes del mismo comentario. Básicamente: Si los actores interpretan papeles de cosas que no son realmente, ¿por qué una persona cisgénero no puede interpretar a una transexual? Esta pregunta, según el grado de conservadurismo y hasta diría rencor del comentarista, puede ir acompañada de un comentario desdeñoso sobre cómo ahora las minorías se quejan por todo, y de que si no habíamos quedado en que todos éramos iguales y merecíamos los mismos derechos, y que siendo así por qué tenían que acaparar los transexuales estos papeles. Algunos incluso añaden de coña si también se van a ofender los elfos y los xenomorfos de Alien porque sus papeles los interpreten humanos, u ordenadores. A este último comentario ni voy a responder porque... en fin, no hay mucho que explicar, ¿no?


El representante del sindicato de actores aliens expresó su malestar por la situación

Pero lo otro merece una reflexión, la cual se han encargado de hacer ya algunas de las escasas actrices transexuales de perfil ligeramente alto que trabajan a día de hoy en la industria. Bien: imagina por un momento que eres transexual, y tu carrera es la de actor. Haces papeles en pequeñas producciones de teatro. A veces te llaman los productores de alguna serie policíaca para que hagas de prostituta transexual que aparece muerta al poco rato. Cuando se hace un casting para una comedia romántica comercial, seguramente ni se te ocurre presentarte (porque que te llamen o te envíen el guión directamente no va a ocurrir nunca). Porque, ¿qué ocurriría si te presentaras al casting? Ningún director pondría estas palabras por escrito ni las reproduciría con un micrófono cerca, pero evidentemente te descartarían de inmediato, porque lo que querrían es... elegir a una mujer cisgénero, solo que no usarían ni pensarían en esta palabra. En definitiva: de los personajes cisgénero olvídate, porque a ti no te van a coger.

Ah, pero entonces sale el casting para interpretar a la transexual Lili Elbe, de La chica danesa. Pero finalmente cogen al actor cis Eddie Redmayne. Y también el cásting para Transamerica, preciosa peli de 2005 sobre una mujer transexual que ejerce de figura materna para un chico, pero al final cogen a la mujer cis Felicity Huffman. O quizás hay un papel de transexual en Dallas Buyers Club, pero al final eligen para él al actor cis Jared Leto. ¡Mira! Van a hacer una serie sobre un transexual que es padre de familia, Transparent! Qué oportunidad tan buena para lograr un papel de primera línea en una producción de calidad, ¿eh? Pero no: al final cogen a Jeffrey Tambor, un hombre cis.

¿Observas una pauta?

La actriz Daniela Vega en Una mujer fantástica, una de las escasas excepciones a la regla
Como guinda del pastel, todos estos actores recibieron premios y alabanzas por sus respectivas pelis y series. Y tú, actor o actriz transexual, cómo te quedas? Pues te quedas sin papel, porque cuando los papeles son de personaje cisgénero a ti te descartan, y cuando son de personaje transexual, también te descartan y además te dicen que no seas intolerante, que los actores son intérpretes y por tanto todos pueden hacer de todo. Así que tampoco te cogen, y cogen a Scarlett Johansson, a Jared Leto o a quien sea. Y pobre de ti como te quejes. Pero, ¿quién estaba ahí para decir la famosa frasecita de que los actores pueden hacer cualquier cosas cuando te descartaban a ti por tu circunstancia? No sé tú, pero yo estaría un poco cabreado.

Y más me cabrearía cuando viera que los actores cis, haciendo estos papeles, consiguen nominaciones, premios y aplausos, y encendidas alabanzas sobre lo mucho que están ayudando a la comunidad transexual. Porque un papel de transexual es una perita en dulce para todo actor que desee dar el do de pecho e hincharse a ganar premios. Y ahí estás tú, parte de dicha comunidad a la que están "ayudando", metido/ a en casa sin trabajar y consiguiendo papeles únicamente de pascuas a ramos, porque los papeles que tú mejor que nadie entenderías y que hablan de tu historia se los quedan esos actores. Pues sí, mira, es un poco para cabrearse, y que encima te saquen la carta de la "igualdad" para callarte es para encenderse más aún.

Scarlett Johansson me parece una fantástica actriz, y probablemente haga un gran papel. Los otros ejemplos que nombro en la entrada fueron también grandes interpretaciones (bueno, de Transparent no puedo opinar porque no la vi, pero se decían cosas buenas de ella); y estoy seguro de que en todos los casos los actores involucrados tenían las mejores intenciones respecto al colectivo transexual. Es más, seguro que con esas películas y series han puesto su granito de arena para luchar por los derechos de la comunidad transexual. Pero dicho esto, si de verdad les importan, ¿no deberían ponerse un poco más en su piel y pensar en cómo se sienten al ver que nunca son ellos quienes pueden contar su propia historia? Y tú, ¿cómo te sentirías si unos productores japoneses rodaran una peli sobre la guerra civil protagonizada por actores japoneses tratando de imitar acento castizo?

Termino la entrada con este enlace donde se pueden leer directamente las palabras de dos actrices transexuales al respecto, Jamie Clayton, Nomi de Sense8, y Trace Lysette, de Transparent, en Twitter.

martes, 12 de junio de 2018

Jurassic World: El reino caído, la maternidad y la masculinidad


Cuando hace un par de años salí del cine tras ver Jurassic World, estaba indignado. Aquí podéis leer la versión larga de lo que me pareció esa película, pero en resumen el problema es que su mensaje de fondo respecto al personaje de Claire (Bryce Dallas Howard) era extremadamente retrógrado: venía a decir que toda mujer tiene que desear ser madre, y si no lo hace es una frígida que debe ser curada por un macho alfa. Y efectivamente, cuando acababa la película, Claire había asumido finalmente un rol maternal respecto a sus sobrinos, y había abandonado su rol de ejecutiva inhumana para abrazar su lado más aventurero y sensual junto al machote de Owen ("¿Quieres consultarlo aquí o en mi bungalow?").

Así pues, ¿qué nos encontramos en esta segunda parte? ¿Seguimos en las mismas o hemos avanzado? Pues debo decir que, si bien en esta ocasión dirige J. Bayona y no sentí indignación cuando llegaron los créditos, el guión sigue siendo obra de Colin Trevorrow, y esto se nota porque el trasfondo temático de la peli continúa regando la semilla que la anterior peli plantó. Me explico.

Al comenzar Jurassic World: El mundo caído, Claire es una persona muy diferente. Sigue siendo una mujer poderosa, pero ya no habita ese mundo corporativo que la hacía tan antipática en la primera parte; y ahora dirige una especie de ONG dedicada a defender los derechos de los dinosaurios (lo sé, la idea es un tanto ridícula por inverosímil, pero la peli dentro de lo que cabe la defiende lo mejor que puede). Ahora es simpática, ya no lleva tacones y tampoco mira a la gente por encima del hombro. Punto para Claire. Durante el primer acto de la película Claire se reencuentra con Owen, y tienen una conversación bastante divertida sobre quién dejó a quién; y de nuevo tengo que concederle a Trevorrow que esta vez la cosa es bastante ecuánime y no se intenta hacer quedar mal al personaje de Bryce Dallas Howard para que el público tome partido por Owen, como se hacía claramente en la primera parte. En las siguientes escenas nos siguen presentando a nuevos personajes, y resulta que uno de ellos es Maisie, una niña huérfana de madre. Ups.

Y así, según avanza la película, todo conduce inexorablemente a ese final que ya nos podemos oler en cuanto conocemos a la niña. Su padre resulta a) no ser su padre y b) ser malvado, y dos dos figuras familiares más importantes pronto son eliminadas de la ecuación. Un poco más tarde, nos enteramos de que la niña es en realidad un clon de su madre; y en otra escena bastante desconectada del resto de la película, el doctor Wu echa en cara al falso padre de Maisie que su nueva y más mortífera creación, el Indosaurus, necesita a una madre, por causas totalmente cogidas por los pelos y que nunca más son desarrolladas a lo largo de la película. Es evidente por qué: en realidad el guión no está hablando del Indosaurus, sino de la pequeña Maisie, la otra obra de ingeniería genética sin madre de la peli. ¿Y qué personaje tiene como trama central el cuidar (es decir: hacer de madre) de todos esos dinosaurios creados artificialmente que los demás quieren matar o explotar?

"Lo de firmar los papeles de adopción lo dejamos para otro día que no no persigan dinosaurios, ¿vale?"
Evidentemente los caminos de Claire y Owen no tardan en cruzarse con el de Maisie, y de inmediato  se convierten en sus padres adoptivos de facto. Y así, la película continúa la subtrama de Claire y la maternidad como único destino apropiado para una mujer. Si en la primera parte Claire debía desprenderse de su coraza de hielo y aprender a querer a sus sobrinos, en esta parte ya ha madurado y por fin está lista para el siguiente paso: adoptar a su primera hija. En esta ocasión al menos el mensaje está transmitido con mayor sutileza y sin humillar al personaje, y probablemente por ello no me produjo la misma indignación que Jurassic World.

La película presenta otra subtrama que vale la pena analizar desde la perspectiva de los roles de género, y aquí en cambio no es nada sutil. Entre los compañeros de la ONG de Claire está Franklin (interpretado por Justice Smith), que hace el rol de experto en ordenadores del grupo. Franklin es la antítesis de Owen, si bien de manera distinta a como también lo era Claire en la primera parte. Donde Owen, que representa en esta saga al ideal de hombre ("yo soy el macho alfa, chaval", decía en la primera parte), es valiente, resolutivo, pragmático y en definitiva viril, Franklin es miedoso, delicado, intelectual y claramente femenino. Tanto que incluso usa crema antimosquitos, que es la primera forma del guión de decirnos "mira, ¿ves qué mariquita es?" Por si no queda claro, la peli lo subraya más incluyendo una escena humorística en la que la gracia está en que Franklin da un grito agudo de chica al ver a un dinosaurio. Y para terminar de mandar el mensaje, tenemos unas cuantas escenas en las que Owen debe salvarle de diversos peligros. En resumen, Franklin es la damisela en apuros de la peli. Y como ya puedes imaginar, su subtrama básicamente consiste en aprender a ser un poco "más hombre" (de manera paralela a como Claire debía aprender a ser "más mujer"); dejar un poco de lado el uso de su intelecto, lo cual queda reflejado simbólicamente cuando pierde las gafas en el agua, y aprender a usar su cuerpo para salvar a su compañera, incluso usando la pistola de dardos tranquilizantes (pocas cosas más viriles en el mundo de la ficción que usar una pistola). En las películas de acción, ser muy intelectual, frente a ser un tipo de acción, es algo bastante mal visto, así que si bien la subtrama de Franklin me parece machista, también debo reconocer que al menos la película también le muestra siendo útil a los demás personajes en su papel de experto en informática.

Tú también pondrías esta cara si te persiguiera un dinosaurio

En definitiva, si bien la peli ha logrado no ser tan machista y retrógrada como su predecesora, si la miramos un poco más de cerca vemos que continúa lanzando mensajes bastante conservadores en lo que a los roles de género se refiere. Solo queda esperar a ver qué nos traen en la tercera parte, y ver si con suerte las cosas siguen yendo a mejor. Y una última cosa: por favor, señor Trevorrow, a ver si nos curramos más el guión para justificar que los dinosaurios escapen de sus jaulas. Que ya todos sabemos que al final lo van a hacer, pero es que a ratos los personajes parecen tontitos...

viernes, 11 de mayo de 2018

El desprecio a Eurovisión y su relación con el machismo y la homofobia

 
Ay, Eurovisión. Si hiciéramos un hipotético top ten con los temas que generan más polémica, además de la política, la religión y el fútbol, seguro que Eurovisión se haría un merecido hueco. Lo amamos y lo odiamos, y aunque supuestamente nadie lo ve, y muchos desearían verlo borrado de la faz de la tierra, año tras año por estas fechas casi todos conocemos perfectamente la canción que va por España. Y, por supuesto, al día siguiente del certamen, todo el mundo sabe cómo quedó.
Antes de entrar de lleno en la teoría que voy a exponer, quiero hacer dos puntualizaciones. Una: como en todo lo demás, todo el mundo es libre de tener su propia opinión sobre Eurovisión.  Te puede gustar o no gustar, y si no te gusta, no tiene por qué ser debido las circunstancias de las que hablaré en esta entrada. Así que espero que nadie se sienta personalmente ofendido, porque lo que intentaré hacer es una reflexión a nivel sociológico, sin entrar en lo personal. Y dos: el hecho de que Eurovisión tenga una evidente vinculación con el mundo gay mainstream no implica que por ser gay automáticamente tenga que gustarte, ni viceversa.

Aclarado esto, lo que quiero decir básicamente es lo siguiente: que el virulento desprecio que mucha gente siente por Eurovisión, en muchas ocasiones parte del machismo y la homofobia que existe en nuestra sociedad. Seamos realistas: aunque determinados países más conservadores se lleven las manos a la cabeza cuando se habla de la vinculación de Eurovisión con la comunidad gay, la realidad es que esa conexión existe y es muy evidente. Año tras año, a poco que te fijes en las banderas que ondean entre el público, no te costará nada encontrar varias con el arco iris. Por no hablar de los candidatos que han ido participando otros años como la transexual Dana International, el personaje de Conchita Wurst, una mujer con barba, que interpretaba Thomas Neuwirth, y las decenas de guiños al público gay que se suceden año tras año. En este festival cabe de todo y hay para todos, y esa es gran parte de su gracia: que igual te encuentras a una banda de rock que a una cantante de ópera, que a una marioneta de un pavo; pero está clarísimo que esto es en gran parte una celebración para el público gay.


 
Por otro lado, y pese a alguna explosión puntual de testosterona, Eurovisión es una celebración de la feminidad, pero no desde el punto de vista de la mirada masculina, y sin caer en la cosificación de las mujeres. Es decir: en Eurovisión salen cientos de mujeres guapísimas que se visten con vestidos imposibles; pero son vestidos que oscilarán entre el barroquismo, la teatralidad o quizás la elegancia, vestidos pensados para impresionar, pero no para provocar el deseo de desnudar a las cantantes. La planificación de la realización televisiva sigue este espíritu, y es por eso que normalmente no verás primeros planos de escotes y culos, ni por ejemplo a grupos de bailarinas escasas de ropa haciendo twerking y manoseando a un tipo sentado en un trono (y cuando ha ocurrido, como en la candidatura de Polonia de 2014, además del revuelo que se montó, el resultado fue chocante, por incongruente con la línea del festival: había algo antinatural en esa actuación que parecía apelar más a los fabricantes del calendario Pirelli y sus compradores). Curiosamente, será mucho más fácil que veas a bailarines masculinos ligeros de ropa… A nivel estadístico, vale la pena también resaltar que la mayoría de las ganadoras en Eurovisión han sido mujeres. Mujeres de todo tipo. Sí: lo femenino impregna el espíritu de Eurovisión.

Marija Šerifović, candidata serbia de 2007, antítesis de la purpurina y los peinados locos. Ganadora de ese año.

En Eurovisión lo que prima es el espectáculo, el color, lo kitsch, el sentimentalismo (y lo sentimentaloide), la teatralidad, el exceso. Si comparamos este festival de colorines y canciones pop con el principal hobby de nuestro país, hablo obviamente del fútbol, el contraste no puede ser más grande. El fútbol es sobrio y práctico. Los jugadores van uniformados con pragmática ropa deportiva, y su juego se basa en unas estrictas reglas que premian la fuerza, la destreza física, la coordinación. Los jugadores de fútbol son evidentemente y hasta que se demuestre lo contrario todos heterosexuales y tradicionalmente masculinos (y el día que alguno se atreva a salir del armario, preparémonos), con sus mandíbulas cuadradas y su gesto recio. Las explosiones emocionales se limitan a dos momentos: la agresividad cuando hay una falta, y las muestras de afecto cuando hay gol o copa. El fútbol es el deporte rey, y nadie discute su importancia crucial en nuestra cultura. Por mal que lo hiciera España en ningún mundial, nadie en su sano juicio pediría que se retirase a España de la competición. Nadie en su sano juicio enviaría a un payaso ejercer de capitán del equipo, ni a un amateur bromista que no supiera jugar al fútbol. Cosas que sí se intentan hacer y de hecho se hacen en Eurovisión. ¿Por qué esta diferencia de trato? Porque el fútbol es una cosa de hombres, es decir, una cosa seria, y respetable, y con las cosas serias y respetables no se juega. Con las cosas para tías y para mariquitas sí. 

En diversos años ya se ha intentado. En 2010 unos usuarios de Forocoches, ese bastión de igualdad y apertura, trataron de colar en Eurovisión a John Cobra, el rapero que no sabía rapear y que insultaba al público agarrándose los huevos. De Chikilicuatre ni hablo porque es inolvidable, ¿verdad? Telecinco también trató de enviar a su candidatura chorra otro año, con Karmele Marchante. Eurovisión hay que tratar de sabotearla cada año. Pero, ¿ha ocurrido alguna vez algo remotamente similar cuando se trata del sagrado fútbol?



Que nadie piense que insulto al fútbol, o que no sé que lo disfruta gente de todo tipo, incluidas obviamente mujeres y gays. Cada uno es libre de ver lo que desee, y hasta incluso se puede disfrutar de ambas cosas sin ningún problema. que hay una diferencia de trato por parte de la sociedad es evidente. ¿Podemos empezar a respetar ambas cosas? Y ahora, para acabar la entrada...

 BONUS TRACK: Clichés que la gente repite todo el rato sobre Eurovisión

-"Es todo politiqueos, los países vecinos se votan entre sí y por eso siempre ganan los mismos". Verdad a medias la primera parte y mentira la segunda. El voto vecinal existe, es la pura verdad. Pero además las canciones deben gustar, y así, si repasas la lista de ganadores, verás que han ganado todo tipo de países de punta a punta de Europa. Los países ganadores ganan porque reciben votos de vecinos y no vecinos (ejemplo obvio: Portugal, ganadora teniendo un único vecino). Y a menos que consideres que Azerbaiyán y Austria son "el mismo país", viendo la lista es evidente que ni de lejos  ganan siempre los mismos.

-"España siempre queda fatal..." Pues es cierto que hemos quedado fatal un montón de veces, pero también hemos quedado bien en otras (dentro del top diez varias veces en los últimos años), y aunque parezca mentira  no hace tanto desde la última vez que quedamos en segunda posición. Aquí la lista.

-"Total, para qué enviar algo bueno, al final el año que enviamos a Chikilicuatre quedamos mejor que nunca". Este cliché además de falso me resulta particularmente idiota. El enlace de arriba es suficiente para desmentirlo, pero es que seguro que hasta el mayor detractor de Eurovisión recuerda de hace unos pocos años a Pastora Soler, que quedó obviamente en mejor posición que Chikilicuatre, pero no vamos a dejar que la realidad nos fastidie un buen cliché, ¿verdad?, porque es más fácil repetir mentiras como loros.

-"Para qué gastarse el dinero en esto, si no lo ve nadie". Déjame que me ría. Eurovisión, con una audiencia potencial de 200 millones de telespectadores dentro de Europa y fuera, es la emisión no deportiva más vista cada año, y en España en los últimos años ronda siempre el 30% o más de share final, lo cual es una gran audiencia. ¿El año que se presentó Rosa? Es la emisión más vista de la década con un 80% por ciento de share. Ya puede todo el mundo despotricar y afirmar que no lo ve, que al final, llegado el momento, sabes que alguien durante la cena va a sugerir poner un momentito la tele a ver cómo lo hace España. Pero de cara a la galería hay una imagen que dar, ya sabes.

viernes, 23 de marzo de 2018

Black Panther (2018) y El Rey León (1994): 24 años y seguimos sin reinas

 Recientemente, al salir de ver la nueva peli de Marvel, Black Panther, comentaba con una amiga la gran diferencia en la representación femenina con respecto a otras películas de de su universo cinematográfico, donde como mucho siempre había una chica o dos en un elenco de muchos, muchos hombres (y por falta de fuentes no es, porque si hay hay algo que los cómics tienen para dar y regalar son mujeres heroínas). En Black Panther, sin embargo, la presencia femenina era abundante, y por esta vez la peli conseguía incluso aprobar el test de Bechdel. Además el papel de las mujeres no es algo anecdótico tipo "novia/madre de", sino con gran peso en la trama, teniendo en cuenta que la guardia real, las Dora Milaje, son un ejército compuesto por mujeres, y que la principal ingeniera de la tecnificada sociedad de Wakanda es Shuri, la hermana de T'Challa.


Sin embargo mi amiga observó un detalle que se me había pasado por alto y que me hizo matizar un poco el grado de progresismo de la película: "Sí, hay muchas mujeres y todas hacen cosas, pero al final es lo de siempre: se muere el rey y a nadie se le pasa por la cabeza que su esposa, la reina, podría seguir reinando. Y cuando hay un combate para decidir el siguiente gobernante, no se presenta ninguna de esas mujeres guerreras", dijo. Ups. Pues es cierto. Pese a la abundante presencia femenina en la historia y el peso que tienen en esta, la realidad es que al nivel más profundo siguen siendo los hombres los que marcan el transcurso de la historia, y finalmente todas esas mujeres no dejan de ser sus comparsas. Fuertes e inteligentes, pero comparsas en definitiva. Y es que el rayo de esperanza para que acaben ganando los buenos llega cuando se descubre que Black Panther en realidad no había muerto, y puede volver a tomar la Hierba en Forma de Corazón que le otorga superfuerza y demás (de nuevo, obsérvese que de manera significativa durante la película sólo se ve a hombres tomando esta hierba). En fin, que está muy claro. Es un hombre el que tiene que ser el rey y salvar a los demás, y las mujeres pueden ayudarle.

Todos estos detalles me hicieron recordar una película de 1994 que emplea tramas y temas similares, y que en definitiva cae en lo mismo: El Rey León, de Disney.

Y tanto que era un "ciclo sin fin", que veinticinco años después seguimos igual.
Con la diferencia de que en aquella la diferencia de trato del personaje de Simba y el de Nala era aún más obvia y estaba más subrayada todavía. Desde que era un cachorro Simba ya sabía que antes o después él iba a ser el rey, como se encargaba de recordar a todo el mundo en la famosa canción. Lo curioso es que la película incluía dos escenas de peleas entre Simba y Nala, su futura esposa, una cuando eran pequeños y otra cuando eran adultos, y en ambas ocasiones era Nala quien ganaba. Es decir: los guionistas estaban estableciendo hasta en dos ocasiones que Nala peleaba mejor que Simba. En un buen guión nada es gratuito, nada ocurre porque sí, sino que cada cosa que se dice y ocurre significa algo. Sin embargo, en una peli con un guión tan bien construido como El Rey León, sorprende que finalmente este detalle no tenía ninguna relevancia en el final. Una vez Simba había huido al exilio, el último papel de Nala era ir en su busca y convencerle de que su pueblo le necesitaba. Seguía siendo algo coherente con la psicología de Nala, de la que se nos había mostrado que era valiente y decidida, frente a Simba, más inmaduro y con tendencia a eludir las responsabilidades. A nivel temático era coherente: Simba por fin se hacía adulto y asumía su obligación, volviendo al reino y enfrentándose a Scar. Pero argumentalmente, la pregunta del millón era: Si Nala, como la propia peli había mostrado, era mejor guerrera que Simba, ¿por qué no luchó ella misma contra Scar?

Porque Simba tiene algo que ella no tiene. No me refiero a la melena.
 A lo largo del vasto mar de Internet encontrarás a más gente que se hace esta pregunta, y buscan complejas explicaciones que racionalicen esta decisión de los guionistas (eso los que no se tapan las orejas y gritan "es sólo una peli"); porque no olvidemos que toda ficción sale de la cabeza de alguien. La respuesta en mi opinión está muy claro que no está en el propio guión, sino en el mundo que nos rodea; ese mismo mundo por el que las monarquías se heredan de padres (varones) a hijos (varones) y las hijas, o las mujeres en general, sólo son candidatas si no hay ninguna opción más de cromosoma XY por delante de ellas.

Hacemos fast forward a 2018 con Black Panther y seguimos básicamente en el miso punto, aunque ahora tengamos a muchas Nalas rodeando al Simba de esta ocasión. La historia ha ido transformando y ampliando el rol que las mujeres pueden ocupar, en la ficción y en la realidad, pero el hecho es que a nivel profundo, aquí el que corta el bacalao sigue siendo el hombre. 

jueves, 8 de marzo de 2018

Misoginia y machismo en el mundo del videojuego

 
Hoy, ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer, el mundo entero reflexionará sobre el papel de la mujer en la sociedad. El ímpetu cada vez mayor que se ha ido generando en estos últimos años llega hoy a uno de sus momentos cumbre, con una huelga histórica que como mínimo hará que todo el mundo se pare si quiera un momento a pensar en las miles de grandes y pequeñas maneras en que el mundo es injusto con las mujeres. Se hablará de violencia de género, de brecha salarial, de inseguridad, de derechos reproductivos y sexuales... Habrá cientos de cosas que ver y leer, y con suerte al acabar el día el mundo habrá dado un paso para ser un poco mejor. En este rinconcito de Internet, hoy voy a hablar de la tremenda misoginia que se da en un importante sector de la cultura popular; una industria que genera millones, que es algo totalmente instalado en nuestra sociedad y donde sin embargo las mujeres, particularmente aquellas que se atreven a levantar la voz, son acosadas, amenazadas o marginadas: la industria del videojuego.


Y para ello, no se me ocurre mejor manera de empezar que hablando de Anita Sarkeesian. Esta increíble activista creó la página Feminist Frequency, donde a través de vídeos y podcasts analiza la imagen que se da de las mujeres en la cultura popular. Pero su salto definitivo a la popularidad, y su encuentro con la misoginia más salvaje, lo dio cuando creó el canal de YouTube Tropes vs Women in Video Games, de visionado muy recomendado. En esta serie de vídeos, Sarkeesian va analizando diferentes clichés en la representación de las mujeres en los videojuegos, y bueno, digamos que la industria en cuestión no sale muy bien parada.

Es obvio que la industria del videojuego desde el principio nunca fue muy inclusiva, y si ahora la situación va cambiando (gracias a gente como ella), hubo un tiempo en que era casi un club exclusivo de hombres. No tiene mucho sentido: el coger un mando y dedicarse a matar marcianos, salir de mazmorras, encontrar tesoros y demás no es algo en absoluto intrínsecamente masculino (¿qué lo es?), pero por la razón que sea desde el principio la industria fue copada por los hombres, y a ellos se dirigió. Era significativo cómo incluso, en los videojuegos con protagonistas femeninas, estas estaban obviamente filtradas a través de la mirada masculina (es decir: tenían grandes tetas y poca ropa, o eran secuestradas por el malote de turno). Sarkeesian, en sus vídeos, no deja títere con cabeza, e hila finísimo. Tenemos el vídeo sobre el clásico tema de la damisela en apuros (Shigeru Miyamoto, sobre el papel de la Princesa Peach: "No he pensado mucho en eso en todos estos años"), los juegos en los que aparecía la versión "femenina" del protagonista, y esta consistía en el mismo personaje con pintalabios y un lazo en la cabeza; los juegos en los que la mujer ejerce un rol de "premio" si el jugador logra hacer determinada acción, el clásico tema de las ropas sexualizadas en vez de prácticas en contextos de juegos de lucha... Nada escapa a la aguda mirada de Sarkeesian, y viendo sus vídeos no extraña nada (aunque sí indigna) ver la escala del acoso a los que ha sido sometida esta activista. Y es que el caldo de cultivo estaba ahí, en esa cultura de videojuegos donde las chicas a menudo solo eran (¿son?) premios o floreros.

Búsqueda de Google imágenes de Cammy, del videojuego de lucha Street Fighter, la guerrera que lucha en bañador. Obsérvese la cantidad de imágenes donde se la ve en la clásica pose de "tetas y culo".

Porque la virulencia de los ataques a los que ha sido sometida Sarkeesian es algo que deja sin palabras. Amenazas de violación y violencia física. Amenazas de bomba antes de llevar a cabo charlas en universidades. Un sujeto creó un "juego" en el que a base de clics se iba llenando de sangre una foto de la activista. Y, por supuesto, un clásico cuando se habla de mujeres feministas y videojuegos (o tecnología en general): el doxxing. Para los que no sepan lo que es, se trata de la práctica de revelar datos personales, como teléfono, nombre completo, dirección, etc. de una persona a través de las redes. Aunque aquí en España la palabra no sea tan conocida, el fenómeno sí existe, y sin ir más lejos tuvimos un ejemplo bastante famoso con el caso del presentador Javier Cárdenas revelando los datos de una tuitera. En el caso de Anita Sarkeesian, y viendo la gravedad de las amenazas a las que se veía expuesta, podéis imaginaros lo que supuso semejante violación de la intimidad, y finalmente la activista se vio obligada a refugiarse en otro sitio. Espero que a nadie se le escape la ironía de que todos estos ataques provenían de gente a la que le molestaba que se tildara a los juegos de machistas y misóginos, y su respuesta fuera acosar a la mujer que hace esas críticas. Muy coherente, todo.

El caso de Anita Sarkeesian, aún siendo el más conocido, es sólo la punta del iceberg de la tremenda misoginia que reina en el mundo de los videojuegos (y de la industria tecnológica en general). Si hablamos de este tema, es imposible no hablar del GamerGate, la polémica que estalló en 2014 y supuso un enorme y visible síntoma de lo que estaba ocurriendo en el mundo del videojuego. La historia es enrevesada, pero básicamente todo comenzó cuando en febrero de 2013, la programadora Zoë Quinn lanzó el juego Depression Quest, el cual recibió críticas generalmenet positivas. Unos meses más tarde, en agosto, su ex, Eron Gjoni, publicó un post en su blog en el que la criticaba. En el post se mencionaba cómo Quinn había iniciado una relación con Nathan Grayson, un periodista de videojuegos. Dicho post fue publicado en la página 4chan, donde se empezó a formar la bola de mentiras: alguien afirmó que fue gracias a esta relación que Nathan Grayson publicó una crítica positiva del juego en la página Kotaku. Se generó así una horda de tipos que afirmaban que el juego sólo había obtenido críticas positivas porque Quinn, básicamente, se tiraba a aquel periodista, y bajo el hashtag #gamergate, se dedicaron a acosar a la programadora y a sus familiares, con las clásicas amenazas de violación y agresiones, y eventualmente, cómo no, haciéndole doxxing.

Lara Croft, en el Tomb Raider original, tenía un diseño muy realista y nada explotador. Todas las chicas que conocemos tienen esas medidas extactas, ¿verdad?

Y de ahí, al infinito y más allá. El monstruo creció hasta proporciones inimaginables, cuando otras activistas como Brianna Wu, la mencionada Anita Sarkeesian o la actriz Felicia Day saltaron para defender a Quinn y denunciar lo que estaba ocurriendo. Les ocurrió exactamente lo mismo: amenazas de agresiones, de violación, doxxing, aclarar, repetir. ¿Notas un patrón? Tuvieron que mudarse y tomar otras medidas para protegerse. Una gente encantadora, estos del GamerGate. Este "movimiento", que siguió acosando con mayor o menor agresividad a cualquier persona que tuviese la decencia de pronunciarse en contra, básicamente afirmaba que el feminismo y la corrección política estaban destruyendo el mundo de los videojuegos y quitándoles a los hombres su espacio. Como ves el machismo piensa y actúa igual en todos los ámbitos: básicamente como un hijo único que se coge una perreta cuando se ve obligado a compartir sus juguetes con su recién llegada hermanita.

En su juego de presentación, Sonic CD, el rol de Amy era a) estar enamorada de Sonic  b) ser secuestrada

Durante el día de hoy se hablará de los cientos de ámbitos en los que la mujer se ve relegada, discriminada y maltratada. El mundo de los videojuegos es sólo un ámbito más donde se produce ese machismo, quizás no tan conocido por el gran público, y por eso he querido dedicarle la entrada de hoy. Será un argumento más para responder a toda esa gente que hoy, día de manifestaciones, y en el futuro, digan la manida y vacía frase: ¿pero de verdad es necesario todo esto? 

Cuando los hechos hablan tan alto y claro, quien no mira a su alrededor y escucha un "sí" atronador, es porque no quiere escuchar. 

lunes, 26 de febrero de 2018

Sobre la libertad de expresión


En la entrada de hoy me voy a permitir salirme  hasta cierto punto de la temática de este blog para hacer una reflexión sobre un tema que se repite cada poco tiempo en los medios de comunicación.

En este país nuestro tan polarizado, donde para casi cualquier tema existen dos opiniones diametralmente opuestas (¿Izquierda o derecha? ¿Unidad o independencia? ¿Barça o Madrid? ¿Nocilla o Nutella?), hay un argumento que sin embargo a todos nos encanta utilizar cuando se trata de defender nuestra visión sobre el asunto que sea: la libertad de expresión.

Cuando algunas personas defienden, por ejemplo, el derecho de Bertín Osborne y Arévalo a hacer chistes de mariquitas, se amparan en la libertad de expresión. Cuando otros defienden al rapero Valtonyc y sus letras, sacan a relucir la libertad de expresión. Al final la hemos convertido en el comodín por antonomasia, en la tarjeta de "Sal de la prisión" (nunca mejor dicho) del Monopoly que vale igual para un roto que para un descosido. ¿Qué es ese concepto tan elástico que puede ser utilizado pro todo el mundo y es siempre tan efectivo?

Pienso que tenemos dos problemas básicos. El primero es que hemos malinterpretado lo que significa esa expresión, y en muchas ocasiones la estamos convirtiendo en una versión adulterada de lo que verdadaderamente es. El segundo problema es que parece que hemos olvidado que las opiniones pueden ser un continuo con varios grados y matices, y no solo dos extremos totalmente opuestos.

Punto número uno: la idea de que "libertad de expresión" significa "decir cualquier cosa es válido". Protesto. No lo es. Una cosa es la crítica constructiva, o la crítica a secas: hablar de una figura política y decir por qué crees que se equivoca. Hablar de la realeza y opinar que no son necesarios. Exponer por qué deseas que Cataluña se separe. Exponer por qué deseas que Cataluña no se separe. Desear que un grupo terrorista mate a quien sea. ¡Ups! Error. Esto último no es libertad de expresión. No, la libertad de expresión no incluye desearle la muerte violenta a un personaje público, y menos aún haciendo uso de un grupo terrorista que ha matado a decenas de personas de todos los bandos y colores, políticos y no políticos, gente que se había puesto voluntariamente en el punto de mira y gente que simplemente pasaba por allí en el momento equivocado. Efectivamente, usar como arma lírica el nombre de ETA me parece de una bajeza lamentable. Y si crees que exagero, haz un sencillo ejercicio: sustituye a Valtonyc por Trump, y, en la letra de alguna de sus canciones, imagina que en vez de al rey o al político que sea, expresa el deseo de que maten a todos los homosexuales de España. Sigue siendo solo una canción, y las canciones no matan a nadie. Pero, ¿te sigue pareciendo inocua? ¿Sigues pensando que esto es "libertad de expresión"?

Y es que, en las secciones de comentarios de los periódicos online y en las tertulias televisivas, a poco que el medio o el tertuliano sea un tanto de derechas, prolifera un argumento muy recurrente: "¡Cuando alguien hace un comentario homófobo, tránsfobo o machista, los otros se echan encima! ¿Es que no tenemos todos derecho a la libertad de expresión?", exclaman algunos. Error otra vez. Promover el odio a un colectivo social por motivos de género, etnia, orientación sexual y demás, no es tampoco libertad de expresión. 

Y con esto enlazo con el punto número dos. Esta polarización a la que me refería al principio de la entrada, nos ha llevado a que en cuanto surge un debate de este tipo, en seguida nos lanzamos a condenar por completo al autor de la frase polémica de turno, o bien, según nuestra ideología, a absolverle por completo. O bien el sujeto es un monstruo que merece la silla eléctrica, o bien un luchador por la libertad. Y cada vez queda menos hueco para el pensamiento crítico un poco más matizado, y para los grados. En el caso del rapero Valtonyc, opino que una pena de prisión además de exagerada, es inservible. Tampoco enviaría a la cárcel a Arévalo y a Osborne si contaran uno de sus chistes de mariquitas otra vez (y a este tema ya le dedicaré una próxima entrada). ¿Pero una multa? ¿Un trabajo comunitario en contacto con personas que, para seguir con los ejemplos que he puesto, hayan sido víctimas directas del terrorismo o de la homofobia? Sí, sin ninguna duda.

Pero tampoco me parece aceptable convertirles en estandarte de la libertad de expresión, y fingir que lo que dicen no hace daño sólo porque los objetivos que ambos se han fijado para sus ataques verbales están acordes con nuestras creencias. La Justicia de un país, finalmente, nunca es 100% objetiva, porque aquellos que la aplican son personas, y como tal, a diferencia de la estatua que les representa, no llevan ninguna venda en los ojos, al menos físicamente, y todas sus decisiones vienen tamizadas por su ideología. En el clima actual de tensión, empieza a parecer que ciertos temas ya no sólo no pueden ser discutidos, sino ni siquiera mencionados, por miedo a represalias que parecen más condicionadas por la ideología que por el "crimen" cometido. Por eso creo que necesitamos pararnos un poco y alejarnos para coger perspectiva.

Y así ver que ser críticos es necesario. Es necesario que los ciudadanos de un país puedan expresar libremente sus puntos de vista. Es imprescindible poder criticar a quien sea, sea cual sea la altura de su cargo político o lo azulada que sea su sangre. Un país que no puede criticar a sus mandatarios es una dictadura, y no queremos eso. Pero ser críticos no quiere decir ser destructivos. Ni desear la muerte a quien no nos gusta. Ni hablar de grupos terroristas como herramientas útiles para despachar a quien nos desagrada. Afila tu ingenio, y úsalo no para desear muerte y destrucción, sino para expresar los cambios que crees necesarios para hacer un mundo mejor. Y afila también tu corazón, y hazte más capaz de empatizar y entender por qué tus palabras pueden hacer daño aunque a ti te parezcan "bromas".

Y dejemos de intentar convertir la libertad de expresión en lo que no es.