jueves, 27 de abril de 2017

El privilegio de ser una tabula rasa


Recientemente, una entrevista con Cristina Cifuentes en el suplemento de moda SModa generó una gran polémica, pues según se resaltaba, afirmó que "el feminismo ya no era necesario" y que "a veces se hacía la rubia" (es decir, la tonta, aclaraba ella misma) cuando trataba con hombres para conseguir cosas.

He de decir que pretendía coger esa entrevista como punto de partida de esta entrada, para explicar por qué motivos el feminismo sigue siendo necesario, aunque para mucha gente ya pueda parecer superfluo y hasta amenazador. Pero no me gusta nada esa tendencia actual de saltar a la yugular de la gente en cuanto aparece en los medios una cita pronunciada por el famoso de turno, sin tomarse la molestia de conocer sus palabras en su contexto y asegurarse de que dicen eso que parecen decir. Creo que ninguno de nosotros saldría bien parado si grabasen todo lo que decimos las 24 horas del día, y después cogieran esas palabras y las pusieran en negrita en la portada de una revista. Así que busqué la entrevista de marras, y la leí. La puedes leer aquí.

Y bueno, hay que decir Cifuentes matiza mucho esos comentarios que hace, y resulta que a grandes rasgos dice lo que yo venía a decir en este artículo: que el problema ya no es tanto la ley (hablamos de España, por supuesto), sino la sociedad. Desde la primera página de la Constitución queda declarado que no se puede discriminar, entre otras cosas, por razón de sexo, y obviamente eso incluye salarios, derechos, etc. Pero cuando vamos al plano de la realidad, esa igualdad en muchas ocasiones brilla por su ausencia, y ella concretamente menciona el tema de los micromachismos... Respecto al comentario de "hacerse la rubia", lamentablemente el contexto no cambia nada, y es una lástima que alguien que se define como feminista (y estoy de acuerdo en que lo es), se aproveche del dañino cliché que la belleza y la inteligencia, en las mujeres, van en proporción inversa. Así que lo dejamos en que la entrevista es una de cal y otra de arena.

En lo referente al machismo, un problema básico del que, en mi opinión, surgen muchos otros, es que la sociedad sigue considerando al hombre como la opción por defecto, la "persona media", la tabula rasa. Y este es el mayor privilegio que te otorga básicamente el haber nacido como hombre. Si eres escritor nunca dirán de tu libro que es "literatura masculina". Si tienes una banda de música y todos son hombres, nunca te preguntarán si tu banda tiene una sensibilidad masculina. Si actúas en un festival de música donde todas las bandas están compuestas por hombres, nunca nadie preguntará si la selección fue deliberada. Si eres director de cine nunca te preguntarán si lo puedes compaginar con el cuidado de los hijos, si eres astronauta nunca te preguntarán por el cuidado de tu pelo, si eres guionista nunca pondrán en duda si puedes crear personajes de sexo femenino creíbles, si haces una serie y todos los personajes son hombres nadie te preguntará si pretendes hacer un retrato del hombre actual, si juegas a videojuegos nadie pensará que juegas bien "por ser hombre" ni que juegas mal "a pesar de ser hombre", sino que tu forma de jugar se achacará a ser la persona que eres y no a tu sexo masculino. ¿Ves un patrón? Los hombres tenemos el privilegio de que, hagamos lo que hagamos, nunca nos van a colgar el apellido de "masculino": seremos escritores, futbolistas "normales" y punto.

Por otra parte, hay una cierta tendencia a "glamurizar" a las mujeres que ejercen una determinada profesión, y a considerar su belleza física como un factor más a la hora valorar su desempeño. ¿Alguna vez te has parado a pensar por qué en algunos hospitales las enfermeras llevan faldita? En una profesión donde a menudo hay que correr, agacharse y otras cosas, y en definitiva lo que cuenta es que el uniforme sea funcional (como es el caso en el caso del uniforme masculino, que es sobrio y práctico, como manda la lógica), resulta ridícula y significativa esta decisión que hace que la mujer ejerza su trabajo, pero sin dejar de lado el factor florero.

Y aquí entroncamos directamente con reportajes como este de mujeres políticas en revistas de moda, con fotos de la fémina en cuestión luciendo modelitos. Me resulta inimaginable pensar en Rajoy, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias en este contexto, posando en jardines y balcones mientras miran lánguidamente al infinito. De nuevo, la misma Cifuentes pone esto de relieve en la entrevista (en la cual se empieza hablando de moda, aunque luego van a más allá), lamentando cómo "cuando un hombre va a un acto, la noticia es lo que dice. Cuando va una política, a veces, se destaca más lo que lleva puesto." El que haga esta puntualización es otro punto a su favor, pero la realidad es que una y otra vez vemos estos reportajes y estas entrevistas en donde por algún lado se tienen que colar comentarios sobre el estilo de vestir de la famosa de turno y su belleza, aunque su oficio no tenga nada que ver con ese tema. Las mujeres políticas no se libran, desde luego. Y paro ya con los enlaces externos.

En definitiva, obviando su frase lapidaria sobre las rubias, Cristina Cifuentes no sale tan mal parada de la entrevista como nos habían hecho creer, pero el formato de la entrevista, esos pies de foto explicando el modelito, la existencia misma de entrevistas como esta, son un síntoma más de que no, no hemos llegado al final del machismo, aunque se hayan dado pasos de gigante. En ello estamos.

sábado, 15 de abril de 2017

Dragon Ball, los roles de género y el "efecto mamá"


 
Recientemente, impulsado quizá por el cariño a los personajes y quizá por esta corriente de nostalgia que invade a nuestra sociedad desde hace unos años y que hace por momentos que la cartelera de los cines y las pantallas de nuestras televisiones (u ordenadores o tablets) parezcan salidas de los 90 y hasta de los 80, me puse a ver Dragon Ball Super, la nueva temporada de la mítica saga de manga y anime.

No se le pueden pedir peras al olmo: Dragon Ball siempre ha sido eso que llamamos un placer culpable. Aún así, en sus mejores momentos, Akira Toriyama demostraba una imaginación desbordante, un gran sentido del humor, un don para la progresión narrativa (¡esa primera batalla de Goku contra Vegeta! ¡Ese clímax de Son Gohan con un brazo roto borrando a Célula de la faz de la tierra!), y una capacidad difícil de definir para crear personajes icónicos. Prueba de ello es cómo, en su momento, de niño, me interesé por la serie mucho antes de poder verla, sólo con ver el merchandising que llegaba a mi ciudad en forma de tazos, gomas de borrar y demás. O cómo la serie ha seguido de forma casi permanente en antena, siendo referente de ya varias generaciones.

Sin embargo, incluso mi yo adolescente fanático no podía evitar notar ciertas cosas. Como que los dos únicos personajes abiertamente homosexuales que aparecían en la saga eran, uno malvado (aunque muy fuerte para su época, eso sí), y muchos años después, un secundario cómico. Este, por el lado positivo, era "bueno", pero de cierta manera su caso era aún peor porque su "comicidad" radicaba en el mismo hecho de ser mariquita y gustarle Trunks. No, Toriyama no era de ideas muy avanzadas en este sentido... Yo, que en aquella época necesitaba de referentes en los que poder reflejarme, me conformaba con hacer la vista gorda y elaborar mi teoría secreta (¡aún no desmentida!) de que Ten Shin Han, que sí era un personaje digno, también era gay. Al fin y al cabo nunca muestra ningún interés por ninguna chica y siempre está junto a Chaozu (Kaos en la versión española).

No, Toriyama no era muy sutil
Y respecto a las chicas las cosas no eran mucho mejores. En Dragon Ball las chicas caen en unos arquetipos muy específicos: la tontita frívola (la madre de Bulma; Ran Fan, aquella "guerrera" del torneo de artes marciales), la irascible irracional (Bulma, Chichi), o incluso ambas a la vez (Lunch). Por supuesto ninguna peleaba bien.

El soplo de aire fresco vino con las dos sagas siguientes, que nos trajeron a Nº 18 y a Videl. La primera era, por primera vez en toda la trama, una guerrera fuerte y con un rol determinante en la historia. Además tenía un argumento interesante y con matices: era una humana convertida en androide y programada para matar a Goku. Pero su programación no pudo ser completada, y eso hacía que, aunque efectivamente quería matar a Goku y eso la convertía en antagonista, por otro lado era una buena persona y conservaba en gran medida su humanidad, con lo cual en realidad no tenía malas intenciones. Por otro lado no caía en ninguna de las categorías que mencionaba antes, y era apacible y segura de sí misma. Videl, por su parte, era una muchacha independiente, alegre, segura de sí misma, inteligente y con fuerte carácter. No es de extrañar que Gohan acabara enamorado de ella.  Fue una lástima que, a medida que avanzaba la saga final de Dragon Ball, su rol se vio mermado porque, al igual que les ocurría a todos los personajes sin sangre saiyajin, era incapaz de luchar a esos niveles. Por cierto, a lo largo de esta saga, Nº 18, ya emparejada con Krilín e integrada al 100% en el bando de los buenos, desarrolló una obsesión materialista y no movió un dedo en las batallas contra los enemigos que pretendían destruir la tierra. Ejem.

Y llegamos por fin a Dragon Ball Super, la saga actual. El rol de ambos personajes queda muy bien definido en la imagen que sirve de cabecera a la serie y que abre esta entrada: ahora Nº 18 y Videl son, sobre todo, madres.

En el caso de Nº 18, es como si los guionistas (ahora ya no se le puede echar toda la culpa a Toriyama) hubiesen tenido un brote de amnesia y hubiesen olvidado que esta chica tenía una fuerza superior a la de un Super Saiyajin de nivel 1. No se ha implicado en ninguna pelea, y se limita a llevar en brazos o de la mano a Marron, su hija. En un determinado momento, su marido, sale volando para ir a luchar contra la amenaza del momento, exclamando que deben proteger el mundo en el que vive su hija. Nº 18 se queda asombrada por la valentía de su marido, viendo como este parte volando hacia la pelea. Todo eso estaría muy bien si no fuera porque Nº 18 es bastante más fuerte que él y lo lógico sería que fuera ella a pelear. La implicación es que ella es la mamá, y por tanto su rol es quedarse en casita con su bebé...

Y con Videl la cosa es incluso peor. En su caso, más que por un parto parece que haya pasado por una lobotomía. En realidad ya desde el inicio de la saga tiene un comportamiento anormal, todo el tiempo con una delicada sonrisita en su cara y apenas hablando. Durante el capítulo dedicado a su cumpleaños, apenas sale unos minutos y dice dos o tres frases (le regalan un agua con propiedades cosméticas, "que es algo que a Bulma le gusta"). Posteriormente "juega" un papel importante cuando necesitan al bebé que se está gestando en su interior para completar al grupo de saiyajins necesarios para transformar a Goku. Esto de que que Videl sea "necesaria" como mero recipiente humano de otro saiyajin ya tenía unas implicaciones un poco cosificadoras, a todas estas. Por supuesto, cuando acaba el proceso, se desmaya, como buena damisela dulcita y flojucha que es ahora. Ni rastro de la Videl adolescente que se peleaba con matones que la doblaban en peso y talla. Y el resto de la saga, ahí está, llevando a Pan en sus brazos, con su nueva personalidad consistente en limitarse a sonreír y quedarse un poco al margen de todo. Y servirle a Gohan tacitas de té.


 Me temo que en el caso de ambos personajes los guionistas están simplemente reproduciendo, quizás incluso de manera inconsciente, algo muy presente en la sociedad japonesa, dónde frecuentemente las chicas realizan unos estudios universitarios e incluso trabajan durante un tiempo, hasta que se casan y entonces esa progresión profesional se detiene ipso facto, pasando a quedarse en casita limpiando, cocinando y cuidando de los nenes, mientras el hombre se pasa el día ausente peleando contra seres malvados el mundo laboral. Sí, va a resultar que Dragon Ball es una metáfora bastante próxima a la realidad de la sociedad japonesa en lo que se refiere a roles de género. A menudo las obras de fantasía son un espacio ideal en el que mostrar ideas subversivas sobre la sociedad, porque los límies los pone la imaginación. Es una lástima que esta no es una de esas ocasiones...

Pero no todo va a ser malo, y para acabar la entrada me gustaría hablar de esas maneras en las que esta nueva saga está también mostrando un lado mucho más progresista. La primera de quien hay que hablar es de Bulma. Y es que Bulma es el descubrimiento (o redescubrimiento, más bien) de la saga. A diferencia de Nº 18 y de Videl, Bulma tiene importancia en la trama y su rol no se limita al de "mamá de Trunks". Desde el principio de este manga Bulma siempre fue un personaje muy divertido, porque ponía el punto de vista "cotidiano" a las cosas que ocurrían en este manga, y si bien era buena en el sentido más vago del término, no llegaba al grado de virtud de Goku, siendo un tanto mezquina y egoísta en cuanto a su propia supervivencia, dos rasgos que la hacían muy cercana. Además de un genio de la tecnología, Bulma es una mujer intrépida, y en esta saga, aunque no pelee como los saiyajins, tiene un peso importante en las tramas. Una ovación para Bulma y para los guionistas que han sabido verla como algo más que una cuidadora de niños.

El otro gesto de progreso de Dragon Ball Super es aún más sorprendente conociendo los antecedentes de Toriyama. Se trata de Whis, el vigilante de Beerus. El de Whis es un caso particular, porque es un personaje sin precedentes en Dragon Ball. Whis es alegre, tranquilo, educado, amante de la comida... Y además tiene muchísima pluma y es uno de los personajes más poderosos del universo. Al igual que en el caso de mi teoría personal respecto a Ten Shin Han, no hay ninguna confirmación oficial respecto a la sexualidad de Whis, si es que la tiene, pero queda clarísimo por su voz, gestos actitudes (se sonroja cuando ve accidentalmente a Beerus) y forma de hablar que el concepto de su personaje es el de un hombre muy afeminado. Y lo bueno es que esto no le resta ni un ápice de poder ni de aplomo, y absolutamente ningún personaje le falta al respeto a causa de este afeminamiento. Whis posee un aura de respetabilidad y autoridad a su alrededor que nadie cuestiona. Toriyama lo creó con la intención de que fuera un hombre guapo, y le tiene aprecio al personaje, así que no se puede negar que en esto sí que ha avanzado. Y a todas estas aún no he nombrado a su hermana Vados, poseedora de una fuerza y carácter similar (si bien algo más serio). 


Para terminar el artículo, me pregunto qué derroteros seguirá la historia respecto a Pan, la hija de Son Gohan y Videl. Se trata de la primera mujer con sangre saiyajin de la saga, un factor que juega mucho en su favor en esta serie. Ya hemos podido ver en algún capítulo que pese a ser sólo un bebé posee una gran fuerza, y en las últimas páginas del manga, así como en la saga apócrifa de GT, ha demostrado haber heredado las dotes para la lucha y la personalidad de su madre (pre-parto, claro). Ojalá nos vuelvan a sorprender.