lunes, 23 de marzo de 2015

Pride (2014): política y militancia desde el corazón

Una película puede ser buena por una combinación de motivos: un buen guión, una buena dirección, unas buenas interpretaciones... Pero hay un cuarto ingrediente un poco más etéreo que puede estar o no presente en cualquier película considerada buena, e incluso en alguna mala: el alma. Y de alma, esta película, está llena a rebosar. Se puede palpar. 

Y se puede palpar sobre todo en unos actores que se entregan por completo a sus personajes, dotando a cada uno de ellos de una mirada y una vida interior como pocas veces se ve. Si a menudo los repartos corales son difíciles de manejar y quedan desequilibrados, esta película esquiva completamente ese riesgo, y aunque alguno de ellos se aproxima a lo que se define como "personaje principal", lo cierto es todos tienen su pequeña historia, su lucha pesonal, su forma de reír y de mirar el mundo, y es casi imposible no empatizar con todos y cada uno de ellos. El líder comprometido y carismático, para el que compromiso social y vida personal están completamente indisociados, el inseguro recién llegado que poco a poco encuentra su propia voz y su propia fuerza, el fiel colaborador que siempre queda en segundo plano pero que jamás deja de estar justo donde se le necesita, la guerrera de incombustible energía, el ama de casa que esconde un enorme potencial a punto de desplegarse, el líder del sindicato que con su tranquila seguridad en sí mismo, su profunda humanidad y su don para la diplomacia juega el papel crucial de nexo entre dos mundos muy dispares, el desarraigado que lleva una profunda herida interior por haber cortado los lazos con su tierra y su familia, su novio, la clase de persona que con su alegría y su carisma transforma a un grupo de gente en una familia... Podría seguir, pero paro ya; basta decir que todos y cada uno de los actores han hecho algo inolvidable de cada uno de sus personajes.


Otro de los aciertos de la película es que no ha tratado de "gamourizar" la vida real, como tantas veces ocurre cuando las historias se basan en hechos reales, y así, el pequeño pueblo donde tiene lugar la historia (que acaba siendo un personaje más), no es presentado de forma idílica y bucólica: este grupito de casas no es ninguna atracción turística, y es bastante palpable que este es un lugar de pocas oportunidades, pocas libertades y un día a día bastante duro. De igual manera, los actores no son un puñado de guaperas salidos de un anuncio de ropa, sino gente normal y corriente.

La película es profundamente inspiradora y llena de esperanza, y lo mejor es que en esta ocasión no ha hecho falta recurrir a una historia inventada para crear un cuento con final feliz: esto ocurrió de verdad. Parecía imposible: dos mundos tan distintos, y con tantas razones para odiarse y desconfiar el uno del otro... Cuando se ve un ejemplo así de lo  que las personas pueden lograr cuando, en vez de alejarse, se esfuerzan por tender puentes y dar lo mejor de sí mismas, es difícil no emocionarse.