lunes, 26 de noviembre de 2012

El canon

En esta entrada me voy a salir un poco de los temas habituales para centrarme en algo un poco más universal: esa cosa que llamamos el canon estético.

Los cánones siempre han estado ahí, invisibles pero inevitables. A lo largo de la historia han ido transformándose y adaptándose a los tiempos, pero quizás nunca tanto como hoy en día han ejercido su influencia más dañina: hacer sentir mal. Si me preguntas en qué momento el monstruo dejó de ser una lagartija y se empezó a convertir en Godzilla, yo diría que fue la primera vez que alguien posó delante de una cámara y cobró un sueldo trabajando como... "modelo".

La palabra modelo, si nos centramos en la primera definición que da el diccionario, copio y pego del DRAE, significa:  "Arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo". Y aquí está el problema. Las personas que se dedican a trabajar como modelos están ahí para servir al resto de la sociedad de recordatorio constante de lo que deberían ser, de lo que deberían imitar, y en definitiva, de lo que nunca van a ser. Todas las operaciones, todas las dietas y todo el maquillaje del mundo nunca bastarán para otorgarte lo que la naturaleza no te haya dado. 

En los últimos años el listón ha ido subiendo poco a poco, y actualmente ni los propios modelos son ya lo bastante perfectos. El Photoshop, una herramienta tremendamente útil para retocar fotos que tenían defectos de iluminación, exposición o para mejorarlas de cualquier manera, encontró un uso inesperado: lograr que sobre el papel la gente de por sí guapa alcanzase cotas de belleza directamente imposibles en la vida real. 

Finalmente, toda la industria de la belleza (las revistas del corazón, la moda, el maquillaje...) se sustenta en una campaña constante para promover la baja autoestima. "Tal cual eres no sirves", es el mensaje, básicamente. Desde luego no es sano tener sobrepeso, pero si echas una ojeada a las revistas del kiosko, en seguida te darás cuenta de que cuando apuntan con el dedo acusador a tal famosa, la preocupación de la revista X no es la salud de Fulanita, sino que haya tenido el "atrevimiento" de irse a la playa y ponerse un bikini pese a tener michelines. ¿Cómo se ha atrevido? Como castigo, la horca pública: una portada y su nombre en letras fluorescentes. Y si el ejemplo lo pongo en femenino no es casualidad... y aquí conecto con uno de los temas centrales del blog: las chicas sin duda sufren esta campaña de acoso y derribo mucho más intensamente. Y si invertimos los roles y quizá la chica de cuerpo perfecto está en la playa acompañada de su novio, el cual, oh dios mío, tiene barriga cervecera, el veredicto es casi peor: la chica es tonta o está con él "por interés". Al parecer es imposible querer a una persona por su forma de ser, y no hablemos ya de la posibilidad de que te resulte atractiva una persona con kilos de más. ¡Herejía!

La gran mayoría nos preocupamos en mayor o menor medida por nuestro aspecto, sería hipócrita negarlo. En definitiva nuestro cuerpo, nuestra cara, nuestra ropa, son la primera seña de identidad que tenemos antes de que los demás nos lleguen a conocer personalmente, y ya sea poniéndote pantalones extra anchos de cantante de hip-hop como tiñéndote el pelo de rubio o poniéndote ropa cara, estás mandando un mensaje. Pero pese al bombardeo de los medios, uno debería tratar de cerrar los ojos, taparse los oídos y decidir por sí mismo. Mirarte al espejo y pensar que, aunque no seas igual que la gente de la tele y las revistas, estás bien como estás, puede ser un reto. Pero vale la pena intentarlo, ¿no?